Pasó de la emoción de haber culminado una de la carreras de ultrafondo
más selectivas del planeta a la indignación en pocas horas. Las que
transcurrieron desde que cruzó la meta de la última etapa de la Jungle
Marathon de Brasil en primer lugar junto con otros dos compañeros con
más de 200 kilómetros en las piernas, hasta la entrega de premios. Julen
Urdaibai todavía no sale de su asombro. Después de ganar dos de las
seis etapas de las que consta la prueba, y quedar entre los cinco
primeros en las restantes -unos tiempos que arrojaban ser segundo en la
clasificación final-, el bermeotarra se encuentra con la incertidumbre
de no saber si se le reconocerá que ha terminado la prueba. Y todo por
los graves errores cometidos por la organización en la etapa más larga
de 105 kilómetros. Ésta es su historia.
La competición comenzó el pasado día 9. La naturaleza más
hostil les esperaba en la selva del Amazonas. «Las primeras cuatro
etapas fueron maravillosas. Sorteamos troncos, raíces, trepamos...
Incluso hubo quien tuvo la suerte de ver una pequeña pantera», recuerda.
Su cuerpo respondía bien. Hasta el punto de hacerse con la victoria en
la tercera jornada. Para entonces la selección de los más fuertes estaba
hecha. Además de Urdaibai, se encontraban el oscense Javier Subías y
tres brasileños. Salvo catástrofe, entre ellos estaba la victoria. El
cuarto día logró colocarse segundo en la general. Su intención inicial
era acabar, pero se veía con fuerzas.
Las dificultades llegaron una jornada más tarde. Tenían
por delante 105 kilómetros y once puestos de control. Los más fuertes
marcharon unidos al inicio. «Pasamos el tercer 'check point' y empezó a
hacer calor. Seguimos avanzando y donde calculábamos que estaba el
cuarto no aparecía. De repente llegó un jeep con la directora de
carrera. Nos pidió disculpas y nos dijo que habían tenido problemas y
que no existía. Estábamos sin agua, por lo que con una garrafa que
llevaba ella llenamos los botes. Nos dijo que siguiéramos hasta el
siguiente que estaba a 8 kilómetros». A esas horas del día a la humedad
existente -95%- había que añadirle los 46 grados de temperatura. Antes
de seguir, el grupo de cabeza notificó a la organización que avituallara
a los que venían por detrás «porque la gente iba bastante justa».
Ellos siguieron. «En mi vida lo he pasado peor. Fue
terrorífico. Supervivencia pura. Andábamos como zombis por una pista de
arena que no se acababa nunca. Hacía tanto calor que teníamos que
cambiar la posición de la visera de la gorra cuando girábamos la cabeza
para que el sol no nos achicharrara». La organización había advertido a
los participantes que disponían de once horas para llegar al quinto
punto de control. En caso contrario tendrían que hacer noche porque
hacer los siguientes 16 kilómetros a oscuras por la jungla eran muy
peligrosos. Llegaron con hora y media de antelación. Repusieron fuerzas.
Volvieron a remarcar a los responsables que cogieran todo el agua
posible y fueran a por la gente que venía detrás. «Había 40 grados a la
sombra. Uno de los participantes terminó hospitalizado por una
deshidratación severa y dos sufrieron ataques de pánico».
Heridas abiertas
El quinteto reanudó su marcha. Calcularon que en tres
horas podrían recorrer la distancia hasta salir de la espesura. «Pasó
ese tiempo y aquello no acababa. La distancia era mayor». A la cuarta
hora lograron abandonar la selva y se encontraron con un espectáculo
alucinante. Uno de los oriundos del lugar había prendido fuego a una
zona y las marcas que ponía la organización para los participantes
habían desaparecido. «Estuvimos buscándolas y al final vimos una medio
quemada al final de un acantilado. Bajamos entre el humo y algunas
brasas. Con el calor, las heridas que tenía en las piernas se me
abrieron».
Llegaron al punto de control. Urdaibai y Subías
decidieron tomarse las cosas con calma. Los brasileños se aprovisionaron
de agua y salieron antes. Cayó la noche. El de Bermeo y el de Huesca
arrancaron más tarde. Les faltaban unos treinta kilómetros para acabar.
«Al de una hora de camino nos encontramos a los brasileños que volvían.
El trayecto no estaba marcado. En plena selva. Decidimos retroceder
hasta un pueblo, buscar un teléfono para llamar a la organización y
pedir explicaciones. Cuando estábamos hablando con ellos apareció el
encargado de marcar el camino y nos dijo que no había tenido tiempo
porque tuvo que ir a ayudar a la gente que venía por detrás. Después de
quince horas de carrera, nos encontramos con ese panorama».
La dirección de carrera les recogió y les llevó hasta el
final. Como se habían estipulado dos días para completar la distancia y
ellos lo habían hecho en menos, durante la jornada siguiente
descansaron. La organizadora no apareció hasta el mediodía. «Nos volvió a
pedir mil disculpas y como no sabía qué hacer nos pidió nuestra
opinión. Le dijimos que en esa etapa cortara la carrera en el último
punto y que tuviera registros de paso. Quedamos así». En el sexto y
último tramo Urdaibai compartió victoria con otros dos compañeros.
Llegó la hora del reparto de premios y proclamaron
ganador a un escocés. Ante el asombro general, «la directora de carrera
dijo que como habían tenido varios corredores superiores decidieron
crear una nueva categoría denominada 'latinos élite' en la que nos
englobaron a nosotros». La explicación la conocieron más tarde. El
encargado de marcar el terreno después de ayudar a los de detrás hizo su
labor, por lo que los que llegaron con retraso al punto donde se detuvo
la cabeza pudieron completar la etapa.
«A los cinco primeros nos dejaron de la mano de Dios y
luego se sacaron de la chistera una categoría. Es insultante.
Sonrojante. Y ahora no aparecemos en la clasificación. Han colgado
varias en la página web de la carrera y todas están mal. A mí no me va a
cambiar la vida por no quedar segundo, lo que tampoco quiere decir que
no se me reconozca que he acabado», concluye Urdaibai.
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