Es la máxima encargada de la carrera más prestigiosa del planeta, lo que da una idea de la gran responsabilidad que tiene en sus manos. Mañana arranca el UTMB y hemos charlado con ella. Desborda pasión e ilusión por la prueba.
2.500 corredores, 1.800 voluntarios y varios miles de aficionados en un entorno mágico para el mundo de la montaña como es Chamonix y “su” Mont Blanc. Estas son algunas de las mareantes cifras que resumen lo que nos encontraremos este fin de semana en el techo de Europa. Catherine Polleti es la encargada de que esta maquinaria funcione como un reloj y, como directora de la carrera, tiene claro que no se puede repetir los errores del año pasado, que enturbiaron la imagen de la prueba.
¿Qué novedades hay en esta edición del The North Face Ultra Trail Mont Blanc?
La principal novedad tiene que ver con el tema del material obligatorio que todos los corredores deben llevar consigo. Hay que tener en cuenta que el riesgo es inherente a toda actividad al aire libre y que se corre por senderos y debemos ser nosotros los que nos adaptemos a la montaña y no la montaña a nosotros.
¿Cómo se consigue gestionar tal cantidad de corredores, voluntarios, familiares, aficionados…?
Es una gran tarea a la que nos dedicamos cuatro personas a lo largo de todo el año, un equipo fijo que nos reunimos cada quince días. También nos reunimos con los funcionarios pertinentes para alinear todos los aspectos de la carrera. Tratamos de trabajar de forma rápida y precisa para identificar lo que se necesita mejorar. Pero lo principal es que, a pesar de ser un trabajo duro, es una gran pasión.
¿Qué es lo más difícil de organizar una carrera como el The North Face Ultra Trail Mont Blanc?
La parte más difícil es tratar con todas las partes implicadas; ocuparse de los corredores para que sean responsables de ellos mismos, sin que lleguen a sobrepasar sus propios límites y que estén siempre a salvo, para que puedan pasarlo bien. También es difícil ocuparse de que los 1.800 voluntarios tengan todo lo que necesiten en todo momento para la realización de sus tareas y por último, ocuparse de todos los socios, los 15 municipios y los tres países por los que pasamos… Tratamos de adaptarnos a los métodos y las costumbres de cada uno.
¿Qué crees que convierte al UTMB en la carrera más importante de todas?
Es el resultado de una combinación de circunstancias: una montaña de fama mundial, una increíble aventura personal compartida por los corredores, voluntarios, socios, vecinos… y todos aquellos que vienen a esta carrera, que es una mezcla de sueño y hazaña. También gracias al personal y al turismo de la zona.
¿Por qué organizáis las carreras infantiles?
Porque cuando los corredores de hoy ya no estén ahí, serán los pequeños los que sigan sus pasos.
Hay una gran cantidad de actividades a lo largo de los cuatro días de competición. ¿Consideras esta parte de entretenimiento importante para el UTMB?
Es muy importante. La convivencia es lo que hace el ambiente del la carrera único y por ello la animación en el corazón de los pueblos se nos antoja vital para animar a los corredores.
Tras lo ocurrido el año pasado, ¿se ha creado algún nuevo protocolo de seguridad?
Sí. Hemos desarrollado un plan de actuación en base a las diferentes alternativas meteorológicas, intentando reflejar todas las variantes posibles.
¿Qué crees que se puede mejorar?
Si hay un punto débil es que la popularidad del evento es tal que algunos corredores se ven desbordados y pierden la claridad de mente y muchas veces no razonan. Por ello tratamos de comunicarnos mucho con los corredores, explicarles lo que sea necesario…
¿Cómo ha funcionado la iniciativa de los carteles solidarios?
Habíamos reservado cincuenta dorsales para este apartado y hemos conseguido vender 16 de ellas, con lo que hemos recaudado un total de 32.000 euros.
¿Qué es lo mejor y lo peor de organizar una prueba como esta?
Lo mejor es ver cómo esta gran máquina se va engrasando poco y poco y va creciendo; es muy gratificante. Lo peor es cuando ves que no hay sitio para todos los que quieren estar aquí y tienes que hacer un sorteo que acaba rompiéndole el sueño a alguien. No me gusta que nadie se quede fuera, pero no tenemos otra opción.
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